Sentía sus frías manos remarcando el contorno de mi espalda. Nuestros rostros aún cubiertos por las mascaras, pero yo sabía el tráfico final- Continuó besándome, cada vez presionaba más su cuerpo contra el mío. No me resistía. Sabía cual era su intención, sus labios bordearon mi cuello, llegando lentamente a la mitad.
Él se detuvo por unos instantes; esto era lo que siempre había soñado, convertirme en uno de ellos, desde que tengo razón lo anhelo, pero ahora que estaba ante mí la oportunidad no lo quería.
Sabía los riesgos y satisfacciones que esto sugería, pero de pronto no lo quise nada; no envejecer jamás me pareció una manera horrible; no llorar, también. Sentir el doble las emociones o no sentirlas en absoluto me desagradó de sobre manera. Y por último la apariencia física, no estaba disconforme conmigo misma, pero no cambiar nunca, tener siempre el mismo largo de cabello, no era uno de mis hábitos.
Todo esto lo había analizado, pero nunca había tenido la oportunidad en mi garganta.
Esos minutos terminaban, sus colmillos atravesaron la piel de mi cuello, bebió toda la sangre de mi cuerpo, pero la suficiente para no matarme, luego me dio de beber de su muñeca, de su sangre. Sentía como los latidos de mi corazón se apagaban lentamente hasta quedar en silencio.
De pronto, no escuché nada en mi… estaba muerta… pero no, ahora era un vampiro, uno del cual no conocía las reglas, me fijé en la gente, todo se veía extraño, todo nuevo, los sonidos, los colores, los olores, incluso los sabores.
Traté de abalanzarme sobre una persona, pero no pude.
-No lo hagas.- Me dijo, y me tomó fuerte de los brazos.
Esa fuerza en humana, me hubiese hecho gritar.
-Katherina, debes descansar, mañana podrás alimentarte. Ahora nos iremos, procura no llamar la atención.-
Su antifaz calló al suelo, sus ojos no eran rojos, eran color miel… un color en el cual me perdía en su mirada.
